Perdoname. Yo no fui, y ni siquiera se de lo que sé me culpa. Es decir, no está dentro de mis capacidades. Vos sabés que yo no soy así. No sería capaz.
Camino, veo que cada vez está más cerca. Eso que tanto odié, que tanto miedo me dio.
Tengo frío. No tengo mucha ropa, me la quitaron. Tiemblo. El miedo me hace temblar, más aún que el frío.
Llego y estás ahi, esperando que todo termine. Verificando que todo salga según lo planeado. En lo único que pienso es en el momento que te conocí, en otoño. También estoy pensando que nunca más voy a verte despertar.
Me sientan, y el frío de la superficie metálica enturmece mis extremidades. Pase lo que pase no te dejo de mirar, porque en tus ojos hay paz. Me ponen cinturones, me gritan, la gente a tu alrededor me grita insultos indecifrables. Me culpan de algo de lo cual no soy responsable. Pero estás ahí. Agotando todos mis miedos.
Se me enturmecen los brazos y las piernas. Vomito como nunca. Mi cuerpo lleno de víceras, sangre, dolores y temor. No quieras levantarte, no quieras arreglarme. No hay arreglo. Ya no lo hay.
Agua en la cabeza, humedad, más frío. El hombre de traje ajustado balbucea mil cosas que no descifro pues no entiendo ni una sola palabra de lo que dice.
Todo termina, la electricidad recorre mi cuerpo. Aún así no dejo de mirar la tranquilidad que me transmiten tus ojos.
Ya no te veo más, y acá no existe el dolor. Sólo la idea de que todo pudo haber terminado mejor, de que pude haberte dicho antes que te amaba.