domingo, septiembre 12, 2010

El Encuentro

Se despierta y se sienta en su cama. Mira a su mujer, va al baño, mea y se observa en su desnudez. Se masturba mientras se ducha, pero no piensa en la mujer que yace en su cama. Se seca, se viste de hombre gris y camina hacia el subte.
Llega al edificio plomo, dibuja una sonrisa falsa que le dedica al ascensorista, a su jefa y a sus compañeros. Se sienta y comienza a escribir. Tipea nerviosamente pensando que algún día todo será descubierto. Toma café pero no come nada.
Le tiemblan las manos porque sabe que algo va a pasar. Suda frío. Intenta comer y no puede, la hora se acerca y es inminente.
Sale de la oficina con más apuro que de costumbre. Sabe que tiene los minutos contados.
La ve en el lugar pautado, le arranca los hilos de cabello en su cuello y los besa tan apasionadamente como su jadeo se lo permite. Comienza a abrazarla, a envolverla en sus brazos con una intensidad digna de una boa muerta de hambre. La lleva, la arrastra hasta la puerta del hotel y sin dejarla hablar la mete ahí, prescindiendo del cariño que gobernaba en sus anteriores encuentros.
Paga la habitación y violentamente la desnuda en los pasillos. Ella nada puede hacer, él no la deja hablar, moverse. Sólo le repite una y otra vez: "No soy nadie, no soy nada, sólo sentí esto. Viví esto."
En la habitación ella no deja de sollozar, sabe que lo ama pero no entiende que extraño mal gobernó al hombre de sus sueños platónicos. Carece de amor, incluso de pasión. Lo único que tiene en su ser es ira, dolor de no poder ser lo que realmente quiere. Porque aunque dice haber luchado para vivir según sus principios, sigue secuestrado en la comodidad de su casa, su mujer, su laburo de mierda y la mediocridad que lo rodea.
Su amante es su escapada a lo perfecto. Pero ni la perfección de la irrealidad pudo con el sueño.
Ella yace blanca como la muerte en la cama del hotel, desnuda y violada en todos los aspectos físicos y emocionales. Tiembla pero no se mueve.
Cierra la puerta de la habitación y se va del hotel. Se llena de perfume y se sube al colectivo con su mejor cara de hombre centrado. Llega a su casa, saluda a su mujer, cenan, se baña, se acuesta y piensa que el día siguiente será otro día.